El descubrimiento de una investigadora del CSIC es el primero que encuentra en la naturaleza una respuesta para degradar un material que, solo en bolsas de plástico, genera 100.000 toneladas de residuos cada año y que pueden tardar hasta 400 años en descomponerse. Es el gusano de cera que se come el polietileno, uno de los plásticos más resistentes, que sirve para fabricar buena parte de los envases y las bolsas.
La investigadora en el Instituto de Biomedicina y Biotecnología de Cantabria, Federica Bertocchini, descubrió esta particularidad por casualidad y gracias a su afición a la apicultura. Así, al ver un día que sus panales estaban llenos de gusanos decidió retirarlos e introducirlos en una bolsa de plástico de la que, al poco, los insectos habían escapado. “Comprobé que la bolsa estaba llena de agujeros. Solo había una explicación: los gusanos los habían hecho y se habían escapado por ahí. En ese momento, comenzó este proyecto”.
Después del increíble hallazgo y en coordinación con Paolo Bombelli y Chris Howe, investigadores de la Universidad de Cambridge, comenzaron los experimentos para constatar la eficacia de los gusanos de cera para degradar el polietileno. Y era mucha, porque un centenar de gusanos degradan en tan solo 12 horas hasta 92 miligramos de este plástico tan común como resistente. “Es realmente muy rápido”, declara Bertocchini.
Lo mejor de todo es que durante la investigación se ha comprobado que los propios capullos degradan el polietileno a través del contacto, por lo que ahora se están tratando de averiguar las razones de esta cualidad que, inicialmente, se le responsabilizaba a la similitud de la composición de la cera y del polietileno. “Aún desconocemos los detalles de cómo se produce la biodegradación, pero existe la posibilidad de que lo haga una enzima. El siguiente paso es detectarla, aislarla, y producirla in vitro a escala industrial. Así podremos empezar a eliminar de forma eficaz este material tan resistente”.
La investigadora declara que los gusanos podrían ofrecer una alternativa para terminar con estos restos, algo que hasta ahora se realiza con largos procesos de degradación que requieren del uso de ácidos corrosivos.
Por supuesto, en comparación a estos largos procesos, esta respuesta de la naturaleza puede contribuir a poner freno a los residuos de polietileno, un material del que anualmente se producen 80 millones de toneladas, muchas de ellas para bolsas de plástico. Se calcula que cada uno de nosotros utiliza unas 230 al año. Las bolsas que están fabricadas con polietileno de baja intensidad tardan hasta 100 años en drgradarse y 400 años en el caso de las bolsas más densas.