Beatriz Salas es una mujer de 25 años, oriunda de la provincia argentina de Salta, pero que hace nueve años se fue a Centenario (Neuquén), en el centro sur del país. Desde hace dos años que incursiona en un negocio que ha sido dominado históricamente por hombres: decidió instalar su propia carnicería.
Ella proviene desde una familia con tradición en la carnicería. En las últimas semanas vio que la situación era insostenible para sus vecinos de Centenario, y llegó triste a la casa.
Le comentó a su hija de 8 años que “habían entrado más personas a pedir que a comprar”. Por ello, la pequeña le propuso hacer una cuantiosa donación a los vecinos antes de volver a abrir la carnicería.
Así fue como Salas repartió una tonelada de carne, dividiéndola en paquetes de dos kilos, para cada familia que se acercara al lugar.
Para Beatriz, la solidaridad es algo fundamental, y junto a su hija decidió que esta es la mejor forma de echar una mano a quienes tienen menos. No obstante, esto no es tarea fácil para una mujer como ella que, igual que sus vecinos, no tiene dinero de sobra y vive al día.
“Tengo muchos gastos, de hecho pago el alquiler y los impuestos como cualquier vecino”, comentó a los medios locales. “No me sobra nada, pero lo que pude hacer, lo hice de todo corazón. El dueño del frigorífico es un amigo, que me dejó la mercadería prácticamente al costo. Sólo tengo la carnicería, soy mamá soltera, no me sobra nada, pero estoy agradecida a Dios de poder hacerlo”.
Junto al colectivo local “Dar es dar” y la policía local, Beatriz se aseguró de mantener las medidas básicas de higiene y distanciamiento social en la enorme fila que se armó. Mientras, ella se encontraba en la cocina preparando diferentes cortes de pulpa, puchero, carne picada y chuletas que cada paquete incluía.
De vez en cuando, también salía a la vereda, donde recibía el cariño y agradecimiento de la gente.
“Para mí esto es mucha plata, mucho trabajo, muy pesado, pero se hizo por mis amigos que me pudieron dar una mano. Feliz porque vinieron de todos los barrios y la gente que vi era porque realmente lo necesitaba”, declaró Salas.
Esta joven y solidaria carnicera sin duda se merece un aplauso de gratitud, porque ayuda a los demás aunque le salga caro. Porque la solidaridad en tiempos de crisis a veces vale más que cualquier billete o moneda.