«Dios me sacó de una panadería donde hacía pan, para hacer un pan que da la vida inmortal. Ahora me ha tocado hacer los dos panes, durante el día hago pan para saciar el hambre y en las noches celebro la Eucaristía para saciar el hambre espiritual» dice el sacerdote.
Geison Ortiz es un sacerdote la la Parroquia Santa Rosa de Lima en Costa Rica, pero hoy ha decidido volver al oficio que desempeñaba cuando era adolescente para aportar de una manera diferente durante la pandemia que estamos viviendo.
Geison aprendió el oficio a los 15 años debido a que su familia lo necesitaba por su mala condición económica. En ese entonces aprendió a amasar el pan y a hornearlo.
Tuve que salir a buscar trabajo. Encontré la oportunidad en la panadería de una familia vecina y trabajé allí durante 5 años. Tuve que dejar el estudio porque la situación económica empeoró y, al ser el segundo mayor de la casa, tuve que hacerme cargo de varias responsabilidades».
Geison Ortiz a Aciprensa
Hoy Geison tiene 39 años. Él salió del rubro de la panadería para irse al seminario y estudiar 7 temporadas. Hoy ya lleva 10 años de vida sacerdotal y hoy está muy comprometido con su parroquia, donde ve que muchos de sus fieles tiene bastantes necesidades económicas, sobre todo hoy.
Mucha gente ha golpeado su puerta para solicitarle ayuda, mientras las donaciones de las colectas son cada vez más escasas, por eso él decidió prender el horno de su casa para hacer pan, venderlo y poder obtener recursos para su parroquia.
«Siempre he dicho que Dios me sacó de una panadería donde hacía pan, para hacer un pan que da la vida inmortal. Ahora me ha tocado hacer los dos panes, durante el día hago pan para saciar el hambre y en las noches celebro la Eucaristía para saciar el hambre espiritual».
Geison Ortiz a Aciprensa
Actualmente el sacerdote hornea pan 3 o 4 veces por semana. Cada vez utiliza unos 25 kilos de harina que usa para hacer distintos tipos de pan, bollos rellenos de azúcar y queso, tren zas con piña y chiverre. Él cobra por una bolsa unos 1500 colones, es decir 2,7 dólares, dinero que va dirigida a su parroquia y a las ayudas alimentarias para su comunidad con lo cual se ha ayudado a unas 60 familias.
Una gran iniciativa donde este sacerdote rescata sus aprendizajes de vida para aportar hoy y ayudar a los más necesitados.