Nuestra sociedad presenta rasgos alcohólicos, lo queramos o no. Esta afirmación nace de la cultura que venera el alcohol como una especie de puente hacia la diversión, el relajo y el disfrute donde quiera que sea. Existen estadísticas que nos muestran que una persona con un ingreso promedio bebe alrededor de 9,5 litros de alcohol al año.
Estadísticamente hablando también, dicho individuo no se considera un alcohólico, sólo un amante de la buena vida. Alguien que a veces se permite un relajo durante la semana laboral, como por ejemplo, una copa de vino antes de acostarse, para quedarse dormido rápidamente o aliviar el estrés. Bueno, ¿qué es lo que le pasa al cuerpo de esa persona? Veamos:
Primera semana
Con alcohol, el apetito aumenta, es más, las personas comen mucho más si beben. Y después de un completo rechazo del alcohol, una persona psicológicamente quiere llenar el vacío que se ha formado. Como regla general, con la comida. Aunque puedes reemplazarla con éxito por jugos o frutas.
Además podría llegar a crear una fuerte necesidad de cosas dulces. El alcohol, especialmente dulce, puede aumentar la cantidad de azúcar en la sangre.
En algunas personas, por el contrario, disminuye el nivel de azúcar. Para los diabéticos el incontrolable afecto por los tragos es muy peligroso.
Hablamos de aquellos que están acostumbrados a tomar un vaso antes de acostarse para deshacerse del insomnio. Claro que el alcohol afecta a diferentes personas de diferentes maneras.
Con el alcohol es más fácil quedarse dormido antes, pero la calidad de sueño se ve afectada negativamente.
También pueden aparecer las pesadillas. En algunos casos, comienzan los dolores de cabeza, que son un marcador de cambios graves en el cuerpo bajo la influencia de las bebidas. Quizás el problema sea un trastorno hepático, presión arterial alta o la falta de hormonas que alivian el dolor, porque cuando una persona bebe regularmente, su umbral de dolor aumenta significativamente.
Segunda semana
Con dosis regulares de alcohol, las células hepáticas mueren lentamente y se forman cicatrices en su lugar. El órgano puede recuperarse, pero sucede muy lentamente. La dependencia es directa: cuanto menos beba la persona, más rápida será la regeneración.
La motivación adicional (al menos para las mujeres) será un cambio en el color de la piel. El alcohol expande los vasos sanguíneos, lo que altera la circulación sanguínea, y esto conduce a una falta de oxígeno en la piel. Como resultado, el alcohol seca el epitelio, provoca la aparición de manchas de la edad y arrugas tempranas.
El alcohol provoca una mayor producción de ácido clorhídrico en la composición del jugo gástrico. En otras palabras, el estómago “se come” lentamente. Por cierto, esta es la razón del aumento el apetito al tomar bebidas.
Las personas que realizaron experimentos sobre el abandono del alcohol señalaron que en la segunda semana es más difícil evitar reunirse con amigos cuando hay bebidas.
Tercera semana
Acá desaparecen los síntomas externos: bolsas debajo de los ojos, moretones e hinchazón en la cara. Esto se debe a que el líquido en el cuerpo ya no se estanca y el sistema urinogenital vuelve a funcionar bien.
Ahora es más fácil despertarse por la mañana. Una persona, incluso en un estado de ebriedad leve, se queda dormida muy rápidamente, y de inmediato entra en una fase profunda, perdiendo el estado de somnolencia. Cuando la concentración de alcohol en la sangre disminuye, el sueño se vuelve superficial e intermitente.
Al beber, la salivación disminuye, lo que afecta, entre otras cosas, la condición de los dientes. En consecuencia, sin beber, el riesgo de caries se reduce y el esmalte dental se vuelve más fuerte.
El alcohol adormece no solo el dolor, sino también los receptores del gusto y el olfato. Con el tiempo, vuelve la capacidad de reconocer los matices sutiles del gusto y el olfato y en consecuencia, del disfrute.
Cuarta semana
Cuando hay sobrepeso, el peso corporal se reduce significativamente. Los indicadores son individuales: en promedio, son 3-4 kg por mes.
Cuanto más tiempo lleve una persona un estilo de vida absolutamente sobrio, más peso podrá perder.
Beber alcohol aumenta la presión arterial. Si esto sucede con demasiada frecuencia, existe un riesgo de hipertensión. Las personas que no beben en absoluto tienen menos probabilidades de sufrir esta enfermedad. Además, se reduce el riesgo de enfermedades del sistema cardiovascular y el pulso vuelve a la normalidad.
Estos cambios ocurren con una persona que no tomó una sola gota de alcohol durante 220 días. Son muchos días, pero los resultados son evidentes.
La piel de la cara y el cuerpo se ve mucho más limpia. El acné y la irritación desaparecen. Esto se debe principalmente a la restauración del equilibrio hídrico en el cuerpo y la normalización de la circulación sanguínea. La tez se empareja, las manchas de pigmento desaparecen gradualmente.
Una persona piensa con claridad y trabaja de manera más productiva. Quizás el efecto del alcohol en el cerebro sea uno de los menos visibles. Sin embargo, los resultados de las investigaciones sugieren lo contrario: con el consumo sistemático de alcohol, existe una ligera inflamación del cerebro, dilatación de los vasos sanguíneos y muerte masiva de las células del cerebro debido a la falta de oxígeno. Dichos cambios son muy lentos y, desafortunadamente, irreversibles.
Ahora ya sabes lo que pasará con tu organismo si dejas de consumir alcohol.