En nuestra sociedad solemos poner etiquetas y separar a aquella gente gregaria que ama el jolgorio y la compañía amistosa de aquellos más solitarios. Se suele pensar, erróneamente, que estos son infelices cuando en realidad muchos de estos “ermitaños” son muy felices que disfrutan de su tiempo a solas.
Puede ser difícil entablar una relación con este tipo de personas, pero los psicólogos dicen que ellos poseen algunas características muy especiales de las que el resto podríamos aprender.
Estas son algunas verdades sobre la gente solitaria que debes conocer para comprenderlos.
Curiosidad
Que la gente “solitaria” prefiera su propia compañía no significa que sean tímidos o reservados. Estas personas pueden ser profundas y expresar sus opiniones de una manera bien argumentada, precisamente porque la soledad les ha permitido pensar las cosas de manera completa.
Lealtad
Este tipo de personas suelen forjar amistades más fuertes y duraderas debido a que lo hacen con gente que comparte sus mismos valores. Cuando escogen a un amigo, son la gente más leal del planeta.
Se conocen bastante bien a sí mismos
Algunas personas le temen a sus propios sentimientos por lo que buscan distracciones, pero los “exiliados” son felices analizándolos, tratando de entenderse y aceptarse. Esto también los hace más empáticos con la gente de su entorno.
Tienen confianza en sí mismos
No huyen de los problemas pues poseen la determinación y la confianza en sí mismos para enfrentar cualquier situación con dignidad. Como decía el filósofo Arthur Schopenhauer, “vivir solos es el destino de las grandes almas”.
Puntualidad
Esta gente valora mucho su tiempo, por lo que siempre toman en cuenta y esperan que el resto haga lo mismo por ellos. No quieren perder el tiempo ni hacer que otros lo pierdan, pues saben lo que significa.
Tolerancia
Saben que nadie es perfecto y todo el mundo tiene sus fallas, por lo que suelen aceptar el mundo tal como es y a las personas por lo bueno y lo malo que tienen.
Empatía
Son simpáticos, compasivos y nunca le temen a las desgracias de la vida pues son inevitables.