El trabajo y la economía se han visto bastante afectados durante la crisis del COVID-19 y Ben Brown, oriundo del condado de Fayette, Pensilvania (EE.UU.), pensó que su negocio iba a quebrar.
Ben tiene su propia granja lechera llamada Whoa Nellie Dairy Farm, en donde produce una porción de leche para vender por cuenta propia y el resto la vende directamente a una fábrica de lácteos, con quienes negocia hace bastante años.
Sin embargo, a mediados de abril desde a fábrica le avisaron a Brown que no le comprarían leche por la crisis. El hombre se vio en serios aprietos, 70 de sus 200 vacas estaban produciendo leche y si no se vendía, debía botarse a la basura, tenía leche de un total de 12 ordeños.
La granja de los Brown está activa desde el siglo XVIII, por lo tanto no querían quebrar y perder sus años de historia, pero tampoco querían desperdiciar el alimento.
Entonces los Brown se organizaron para poder vender la leche que les quedaba en solo unos días. Trabajaron turnos de 24 horas para pasteurizar todo esa gran cantidad de leche y como la máquina de pasteurización solo podía funcionar con 115 litros a la vez, cuadraron sus días para tener espacios de venta en autoservicio y espacios de trabajo con la leche.
Utilizaron la página de Facebook de la granja para poder vender la leche y la publicación se fue compartiendo por los condados de Fayette y Westmoreland, en donde se ubica la granja.
Cuando abrieron al público, la calle de acceso a la granja estaba llena de autos haciendo fila por sus productos como quesos, crema ácida, jarabe de arce y leche.
Brown no sabe cuántos litros logró vender pero lo que más le impactó fue ver a tanta gente esperando comprar su producto.
Esta es la mejor manera de ayudar a las pequeñas empresas, emprendedores y productores locales, quienes son los que más sufren al depender del rigor de os compradores grandes.